Una mañana de resaca salto al mar turquesa y nado hasta Isla Verde –la clásica isla de chiste de náufragos diminuta y con un cocotero-, la noche anterior celebramos una “full moon party” en los Cayos Holandeses, los tripulantes de dos veleros y un catamarán de canadienses, compartimos fogata, cena, anécdotas y risas, así que nadar un poco me ha sentado bien y me dejo caer en una arena blanquísima llena de caracolas y esponjas mientras el sol seca la sal en mi piel. En la distancia veo la zodiac partir del velero en mi dirección pilotada por Enzo, en ella trae a César y escondido bajo su sombrero panamá y sus gafas. Cuando llegan mientras César busca un lugar adecuado para depositar una cubitera con hielo y un vino blanco, un pareo y las copas le señalo entusiasmada a Enzo toda una familia de estrellas marinas de intensos colores naranjas, rojos y amarillos, él sonríe como quien observa a un
niño pequeño y dice: “si, suelen venir muchas estrellas por aquí en ésta época del año”. César que ya ha soltado las cosas a la sombra del cocotero se une a la conversación mientras me tiende una fría copa de vino: “Si, me han dicho que suele venir Madonna e incluso que han visto al Lady Moura…”, nosotros estallamos en carcajadas y brindamos por otro gran día en el Kuna Yala.
El archipiélago de San Blas en el mar Caribe panameño, también llamado el kuna yala es uno de los lugares más mágicos de la zona. Habíamos ido a visitar a una amiga a Panamá y nos preparó la mejor sorpresa, una excursión en velero por el mar Caribe. Tomamos una avioneta en la capital rumbo a Narganá , una de las dos únicas islas del archipiélago que dispone de escuela, luz eléctrica, agua corriente e internet. El resto son miles y miles de islas que permanecen en estado original; unas tienen pozo de agua potable y otras ni siquiera. La población que en 2010 ascendía a 31.557 habitantes se reparte entre muchas de ellas, aunque hay otras deshabitadas, todo es de todos y se van rotando entre ellas.
Los indios Guna son un pueblo amistoso y pacífico que vive fundamentalmente de la pesca y la agricultura. El turismo deja beneficios a través de las compras de pulseras de cuentas, que las indias tejen en tobillos hasta media pantorilla haciendo dibujos geométricos o en las muñecas hasta medio brazo y bolsos trenzados o comerciando con la pesca. La sensación de desconexión es total, solo mar, sol y exuberante naturaleza, no hay puertos ni amarres. El velero que nos espera pertenece a Enzo y su mujer, unos italianos que lo diseñaron y construyeron y con el que tenían intención de dar la vuelta al mundo, pero al llegar allí encontraron el paraíso y ahora subsisten charteando el barco para turistas.
Como no hay amarres, se fondea cuidadosamente al abrigo de las islas y se hace un uso restringido del agua potable. Las duchas son en cubierta, tras enjabonarse un salto al mar y un aclarado con manguera al subir. El agua es de una transparencia perfecta, se ven los tiburones -casi compartimos aclarado con uno de color rojo y unos dos metros de largo que no nos hace el más mínimo caso- alguna raya, bancos de peces varios… los indios pescan y se acercan en sus embarcaciones, parecidas a piraguas hechas con tronco vaciado y ofrecen la pesca del día a los escasos barcos que encuentran por la zona. Nosotros hemos pescado, pero compramos un centollo enorme pero mucho más insípido que los del cantábrico. La desembocadura de río diablo nos brinda un lugar donde hacer la colada, un cocodrilo apodado Pancho permanece inmóvil a nuestro paso, remontamos el río a remo porque al poco el motor de la zodiac topa con el fondo, hasta el antiguo cementerio Guna, en una aldea abandonada donde se refugiaron los indios cuando el mayor depredador –el conquistador blanco- apareció por la zona y calcularon que los jaguares y resto de animales de la selva era infinitamente menos peligrosos. Mientras pienso que si no fuera por los mosquitos podría mudarme sine díe y olvidar la gris Europa yo también. Pero esa ya es otra historia y tendrá su momento.
Kuna Yala
Panamá
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