He consultado en Internet el hit parade de los 10 principales viajeros a lo largo de la historia, y he aquí el resultado:
1) Marco Polo
2) Cristóbal Colón
3) Magallanes – Elcano
4) Cook
5) Darwin
6) Alvar Núñez Cabeza de Vaca
7) Amundsen
8) Livingstone
9) Neil Amstrong
10) Moncho Escalante.
Es una selección bastante discutible, pero en fin, en esto de los aventureros favoritos ocurre como con el gusto, que todo el mundo tiene mucho pero la mayoría muy malo. Los dos primeros pase, de hecho ambos dejaron huella en la historia: Marco Polo dio su apellido a un conocido tipo de prenda informal, a veces con un cocodrilo sobre el pectoral izquierdo, y Cristóbal Colón hizo muy popular la erección del huevo, y además tiene bastantes plazas y calles, por todas partes. Tampoco me parece bien el equiparar en un diplomático ex aequo a Magallanes con Elcano, por mucho que el portugués bautizara un estrecho, que al fin y al cabo ya estaba allí, cuando el de Guetaria legó a la posteridad, en su localidad natal, el restaurante donde te dan el mejor besugo del mundo, y anda que no hay besugos por el mundo, casi más que madrileños.
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No voy a discutir ahora la inclusión en la lista de Darwin, Cabeza de Vaca, Amundsen o Livingstone, a pesar de que éste último pasó a la historia gracias a que lo encontró el perspicaz Stanley a orillas del Tanganika, si no de qué, quien en un alarde de agudeza dedujo que en un continente plagado de negros, aquel único británico no podía ser otro que quien suponía, el Doctor que se fue a por tabaco. Blanco y en botella (digo en África).
Pero lo que de verdad me indigna es, no ya el que pongan como gran viajero a un tipo como Amstrong, cuyo único mérito reside en haber dado un pequeño pasito lunar después de haber estado cómodamente sentado mirando estrellitas por la ventana, sin sudar, ni mosquitos, ni cocodrilos, ni nada; o el que hayan relegado al décimo lugar a mi amigo Moncho Escalante, cántabro universal poseedor de la más extensa agenda de féminas esparcidas por el globo que jamás se haya escrito, sino que omitan en esta relación, al viajero por excelencia, a la quintaesencia del periplo, al más famoso, popular y experimentado trotamundos de cuantos hayan existido: El baúl de la Piquer.
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