Cabo Skirring, la ciudad más turística de la región de Casamance, con sus espléndidas playas, sus zonas de bosque tropical y sus amables habitantes, es una zona aún por descubrir para el turismo masificado. Y esperemos que siga así por mucho tiempo.
Lo que no sabía es que otro tipo de turismo, llamémosle especializado, ya había conocido la zona, y disfrutaba de sus favores de manera fervorosa, e incluso diría que ardiente.
Por la mañana temprano fuimos al aeropuerto de esta ciudad a buscar a un amigo de las cordobesas que venía a pasar una semana echándolas una mano. Eso que se llama “turismo solidario” y que se está empezando a poner de moda.
Al llegar al pequeño aeropuerto, el avión en el que venía nuestro huésped aún no había llegado. Acababa de aterrizar otro avión de tamaño mediano, perteneciente a una agencia de viajes francesa.
Mientras veía como los pasajeros accedían a la pista desde la nave, me di cuenta que entre ellos no había justamente ningún “ello”, vamos, que todas eran, absolutamente todas, “ellas”. Al menos exteriormente. Ni un solo varón entre sus filas, como si toda una tribu de amazonas hubiera decidido venirse de vacaciones a Senegal. Eso si, estas venían desarmadas y, aparentemente, con sus dos pechos intactos. (Las míticas amazonas de la mitología griega, se cortaban uno de los pechos para así poder disparar mejor con arco)
Cuando al cabo de un rato comenzaron a salir por las puertas del aeropuerto, en dirección hacía unos autobuses que las estaban esperando en el aparcamiento, una nube de senegaleses macho, se puso a revolotear a su alrededor.
Le pregunté a una de las chicas que nos acompañaban, por la naturaleza del curioso fenómeno de pre-apareamiento que estaba teniendo el privilegio de contemplar. Me contó que esta zona es un conocido destino de turismo sexual para mujeres europeas, generalmente francesas. Y yo sin enterarme.
https://youtu.be/zjwXmk6sS_4
Gran parte de la “culpa” de esta peregrinación de féminas europeas en busca de su particular Memorias de África, la tienen los Baye Fall, una curiosa y divertida derivación de la corriente sufista de los musulmanes senegaleses.
Los Baye Fall son una remedo de rastafaris senegaleses, con un pequeño cacao mental en lo que a la interpretación de su religión y sus mitos se refiere. Mezclan el sufismo musulmán con la veneración a Bob Marley, a Haile Selassie (antiguo emperador de Etiopía y figura adorada por los rastafaris) y a una serie de santones de cosecha propia. No le hacen ascos al alcohol ni a la marihuana, son excelentes músicos, entre el resto de los senegaleses tienen fama de no pegar un palo al agua y son unos juerguistas de cuidado. Eso si, son profundamente religiosos, pero a su manera.
La gente en Senegal les considera algo caraduras, aunque en general respetan su particular filosofía de ver la vida. Exteriormente no se diferencian mucho de un rasta jamaicano, con sus largos tirabuzones y sus gorros de colores, siendo una de sus especialidades, relacionarse con los turistas para correrse una buena juerga con ellos. Mejor, por descontado, si los turistas son del género femenino.
A nosotros nos cayeron de maravilla y nos divertimos mucho en su compañía.
Y ahí estaban un montón de senegaleses, apostados a la entrada del aeropuerto, dispuestos a hacer olvidar a las sufridas damas francesas, las frías y largas noches de su soledad de señoritas de provincias. Algo que me parece perfecto, mientras la relación sea respetuosa, cada una de las partes tenga algo que ganar.
Pero no todas eran francesas… Un pequeño grupo pasó junto a mi y comentaron en castellano mientras me señalaban -Anda mira, si aquí también se pueden alquilar motos- ¿Mi moto alquilada aquí? ¡Como si no se me notara el aspecto de fiero aventurero recién salido de las fauces del desierto! Las miré con todo el desprecio del que fui capaz, por la inconsciente villanía de despreciar mi valerosa hazaña, y me marché muy dignamente con viento fresco y humo de tubo de escape.
Allá ellas con sus ligues, pero que a ninguna se les ocurriera decir que mi moto era senegalesa.
Senegal
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