Aún recuerdo los primeros restaurantes chinos que aparecieron en España. Era tal la novedad, que la desconfianza ante la comida tan extraña que ofrecían, enseguida fue superada por el afán de probar cosas nuevas en un país que estaba empezando a abrirse al mundo. Soy un tremendo fan de la comida china, pero he empezado, hace ya mucho tiempo, a frecuentar otras comidas orientales, porque la china hace tiempo que no me ofrecía nada nuevo. Siempre la misma cantinela en las cartas, independientemente de que el restaurante fuera bueno, regular o malo. Por otra parte, se me hacía la boca agua cuando alguna persona, recién llegada de un viaje a China, comentaba lo diferente que era la comida ahí de la que aquí nos ofrecían y lo exquisitos y extraños que encontraron algunos platos.
Un afortunado día, cayó en mis manos un artículo del blog «El Comidista» de el periódico El País, escrito por Mikel López Iturriaga, en el que hablaba del restaurante Royal Cantonés. En el artículo lo calificaba como el mejor chino/cantonés de España. Suelo divertirme bastante con los artículos de Mikel López Iturriaga y, en general, le hago bastante caso. Picado por la curiosidad, no paré hasta que conseguí convencer a un grupo de amigos para ir a probar las auténticas delicias chinas.
Nos presentamos en Usera plenamente decididos a probar nuevos sabores y a experimentar. Bueno, algunos más que otros. Llevaba una buena chuleta, en la que había apuntado los platos que más le habían gustado a la gente que había publicado su opinión en diferentes blogs. El local no se diferencia de cualquier otro chino modesto de barrio, con la excepción de que la mayoría de los clientes son chinos. Mis acompañantes delegaron en mi la tarea de elegir los platos, con el ruego y la condición de que no pidiera solo platos raros; llenos de vísceras y elementos extraños, y que en el pedido se incluyera algo que fuera comestible… no se muy bien el concepto que tienen mis amigos de mi, jejejeje.
Nos sentaron en una gran mesa en la que cabíamos cómodamente los 8 comensales y en cuyo centro había una tabla giratoria. La comida fue realmente exquisita. He de confesar que engañé a algunos dándoles gato por liebre y ocultando la procedencia de algunas piezas de carne. Regamos la cena con 4 botellas de vino blanco y algunas cervezas y comimos hasta reventar. Quizás nos pasamos pidiendo. Al final pagamos 22 € por persona, lo que dada la cantidad de comida y la bebida que pedimos, es bastante razonable. Y ahora pasaré a describir el festín, que seguro que os tengo a todos en vilo con la descripción de la comida china/cantonesa pura y dura.
Para empezar pedimos la aclamada barbacoa cantonesa. Una delicia que nadie debería dejar de probar. Cerdo rojo, que no es ni mucho menos un miembro del partido, pato y panceta… todo ello churruscante y en su punto… para chuparse los dedos. Acompañamos los platos con un arroz con pollo y bacalao que es una variación sobre el clásico arroz chino de toda la vida y que resulta una combinación exquisita. A renglón seguido llegó, no por su propio pie sino en manos de una cocinera, medio pollo hervido a baja temperatura con jengibre, muy suave y jugoso, pero que resultaba algo más sabroso mezclado con arroz o tallarines, aunque no dejaba de tener su gracia con el toquecillo picante que le da el jengibre a los platos. Junto al pollo apareció su primo el pato, en versión pequinesa, que fue una concesión a los menos aventureros del grupo. Una delicia; bien asado y tierno, aunque para mi con el fallo de ir sin piel, que cuando está crujientita es lo que más me gusta de este plato.
Yo me reservé para el guiso de tendones de vaca, que me pareció una exquisitez, las manitas de cerdo crujiente y las berenjenas con carne picada con las que aún sueño muy a menudo. En teoría los canelones al vapor. que los chinos, muy chulos ellos, llaman dim-sum, son el plato estrella de la casa, pero la verdad es que no son para tirar cohetes. La pasta es bastante rica, pero el relleno algo escaso. De hecho, yo metí dentro algunos trozos de otros platos para que me supieran a algo, ya que no distinguía muy bien cual eran los de cerdo y cuales los de gambas.
Cerramos la cena con un licor de sorgo de arroz y guisante, que tiene un 62% de alcohol y que es un desafio para los más bragados. Yo repetí, como mandan los cánones.
En definitiva, una experiencia muy interesante, de la que los 8 comensales, sin excepción, salimos muy satisfechos y que yo estoy esperando repetir. La carta es tan extensa, que dará para muchas visitas antes de tener que repetir un plato, está muy bien de precio, el personal es muy amable, los ingredientes son exóticos y las mezclas de sabores muy curiosas. Aquí he podido corroborar que la cocina cantonesa es la alta cocina china.
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Royal Cantonés 917 92 04 86 • Calle Olvido 92 Madrid
92, 28026 Madrid, Community of Madrid, España
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No me fio mucho de los restaurantes chinos…. corro el pelígro de convertirme en caníbal 😉