¿Que me decidió a ir a Etiopía? ¿Como hice para preparar un viaje a Etiopía, en el que estuve más de un mes recorriendo uno de los países más sorprendentes de África?
Bueno, en realidad tengo poco que contar, pero si mucho que aportar a tu experiencia como viajero. Poco que contar, porque mi preparación del viaje a Etiopía se redujo a no preparar prácticamente nada, como a mi me gusta; improvisación en estado puro. Mucho que aportar, porque me encantan los viajes a salto de mata, por la filosofía de viajar que conllevan, y el de Etiopía, en ese aspecto, fue uno de los más improvisados en el que me nunca me he embarcado.
El caso es que llevaba un tiempo preparando un viaje a Rusia en moto, un destino que me pone los dientes largos y que aún no he tenido la oportunidad de realizar, cuando en mitad de una búsqueda en internet de rutas inusuales por la estepa siberiana (búsqueda que se llama “de enredar” ya que no iba a llegar a Siberia ni por asomo), me encontré con un anuncio de Turkish Airlines ofreciendo vuelos a Addis Abeba por 500 €. Caray, pensé, Etiopía es uno de los países que llevo años intentando visitar y al que no he podido ir porque nunca he encontrado un vuelo que mereciera la pena. Sin pensarlo demasiado y para no perder la oportunidad de semejante chollo, pinché en el anuncio, di un par de vueltas a la cabeza acerca de las fechas más idóneas para ir, comprobé que los visados a Etiopía se pueden conseguir en el aeropuerto de Addis Abeba y saqué el billete…. ¡Solo quedaban 6 días para la salida del vuelo! Solo 6 días por delante para preparar un viaje de más de un mes. Para empezar bien la preparación, para concentrarme a tope, me relajé, cogí la toalla y el traje de baño y me fui a dar un baño a la playa. Más tarde devolvería el gorro de piel y el repelente para osos que me había comprado para el viaje a Rusia.
Mi preparación se redujo a ir a comprar una guía de viajes a Etiopía, un par de libros de bolsillo bien gordos para pasar las horas que, seguramente, debería de invertir en desplazamientos por el país, asegurarme de que mi pasaporte estaba en regla, ir a la oficina de enfermedades tropicales para confirmar que ya no estaba a tiempo de ponerme las pertinentes vacunas, y meter cuatro cosas en una mochila pequeña.
Mis mochilas son siempre pequeñas, lo más pequeñas posibles… casi como los votos que consigue la oposición a Putín. Diréis que vosotros también intentáis que sean lo más pequeñas posibles, pero estoy seguro de que metéis un montón de cosas que podéis comprar en el país de destino, o que sinceramente, si lo analizáis, no son absolutamente imprescindibles.
Ropa, elementos de higiene básicos, medicinas básicas y otro montón de artículos, los podría comprar en Etiopía, por lo que no me molesté en cargarlos en el equipaje. Incluí la ropa que llevaba puesta, otra muda, un impermeable, un par de calcetines y gayumbos de repuesto, el equipo de fotografía, la documentación, una toalla de secado rápido, de esas que abultan muy poco, un saco sábana, también de reducidas dimensiones, el mapa de Etiopía, una herramienta multiusos junto a otra que incluía tenedor, cuchillo y cuchara, y que suelen ser muy útil en las zonas en las que se come todo con la mano… y que además se come todo. También incluí mi maravillosa riñonera-mochila, que es una de las mejores compras que he hecho nunca. La compré en la sección de caza de Decathlon. La mochila es de redecilla y está oculta en un bolsillo del cinturón, para poder utilizarla cuando quieras. El material me cupo en una mochila de 40 litros, de esas que no te arrancan la médula espinal después de haber cargado con ella un par de horas, y aún me sobró bastante espacio para meter las cosas que pensaba comprar en Etiopía. Hay que fomentar el comercio en el país de destino.
Había leído bastante acerca de las ciudades y de los principales lugares de interés del país durante los años en los que había estado soñando con viajar por él, por lo que decidí no abrir la guía hasta que no estuviera en el avión. En pleno vuelo tendría tiempo de sobra como para informarme de por donde tendría que dirigir mis pasos.
Un elemento sorpresa vino a variar en muchos aspectos el viaje, tal y como lo estaba no-planeando. Unos días antes de la partida, durante el transcurso de una fiesta en casa de unos amigos, algunos de los presentes me preguntaron por el viaje, y una buena amiga, cuando se enteró, me pidió que si me podía acompañar. La verdad es que al principio me quedé un poco cortado pero, como bien saben aquellos que me conocen, bajo los habituales desplantes, gruñidos y “veteatomarporelculo” que suelo utilizar en mis relaciones, hay un corazón más dulce que la mierda de un hada, por lo que enseguida le dije que si.
Recuerdo que varios amigos se quedaron sorprendidos, y más tarde me dijeron que si hubieran sabido que era tan fácil convencerme, me lo habrían pedido ellos antes. Pero como siempre suelo viajar solo e insisto en que no quiero compañía, pensaban que lo rechazaría de plano. Y tienen toda la razón, prefiero viajar solo, pero por otra parte, nunca se negarme cuando me piden un favor.
Maru, que era la amiga que iba a venir, me dijo que se sentiría mucho más segura yendo conmigo por esas “Áfricas de Dios” , que aprendería bastante de forma de viajar, y que además podría visitar lugares a los que sola no se atrevería a acceder.
Solamente le puse dos condiciones; que viajara unos días después de mi fecha de partida, para que yo ya estuviera habituado al país cuando ella llegara, y que se adaptara a mi forma de viajar o que muriera en el intento. Yo no pensaba cambiar ni un ápice mis planes, que eran no hacer plan alguno y moverme según por donde soplara el viento.
Accedió a todo muy contenta, y nos emplazamos a vernos en Etiopía unos días después. Un encanto Maru.
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